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Comunicado en relación al uso del término “sumisión química”

Las cosas por su nombre: Sumisión química = violación con sustancias

Antecedentes

En España, desde que a finales de 2021 se restableciera la normalidad en el ocio nocturno, hemos visto como medios de comunicación de todo el espectro político han ido apuntalando un concepto que, aunque ya se estaba utilizando anteriormente y que vino importado de otros países, saltó a la prensa española: la sumisión química.

Ésta es definida como “la administración de una sustancia con efectos psicoactivos a una persona sin su conocimiento, con el fin de modificar su estado de consciencia, su comportamiento o anular su voluntad”. Pese a que esta definición cuenta con el aval de científicos y médicos forenses, a nivel político se hace difícil leer titulares con este término, sin aludir a otro término que les corresponde: la violación.

La violencia machista ha contado siempre con la ayuda del lenguaje eufemístico: violencia doméstica, de género, abuso sexual, obligación de mantener relaciones sexuales, conducta impropia o inapropiada, conjugaciones verbales de toda índole que señalan a la víctima como culpable o no hace hincapié en el origen machista de la violencia en sí, y, pese a los esfuerzos de los colectivos feministas y aliades, a fecha de agosto de 2022 podemos encontrar casi millón y medio de resultados en plataformas de búsqueda por internet que nombran a la mal llamada sumisión química, de los cuales sólo 250.000 hablan de violación.

Hablar de sumisión química sin hacer referencia a lo que es, violaciones, implica desviar la atención del problema real, que son las violencias machistas. Se suaviza un acto deleznable para ser vendido en medios aprovechando la ventana de oportunidad de presentar un concepto que está de moda.

El efecto mediático que se genera es que las víctimas de violaciones con uso de sustancias, y todas las personas a las que nos preocupa esta deriva, vemos cómo se trata este tipo de violaciones de manera condescendiente y se infravalora el daño que pueden ocasionar. Habrá habido sustancias implicadas, pero las violaciones violaciones son. Para colmo, el concepto sumisión apela a una jerarquía social cisheteropatriarcal en la que se presupone la sumisión de las mujeres a una posición de inferioridad, “ponerlas en su sitio”.

Por lo tanto consideramos más adecuado el término “violencia con uso de sustancias” ya que visibiliza la precisión del tipo de violencia que se ejerce y no el efecto de la sustancia sobre la víctima. Focalizando la responsabilidad de la violencia sobre el agresor y no sobre la víctima.

La sumisión según la RAE: “Sometimiento de alguien a otra u otras personas”. En ningún momento la víctima de violencia con uso de sustancias se somete conscientemente y voluntariamente en un contexto consensuado por ambas partes – como puede ser en el caso de las relaciones BDSM – o de forma impuesta – como se pueden dar en otras relaciones interpersonales de abuso de poder o situaciones socio-estructurales. Utilizar el concepto de sumisión asociado a este tipo de violencia genera confusión en el receptor de la información y minimiza la violencia real del problema.

Por otro lado, en el tratamiento mediático del fenómeno del chemsex hemos visto cómo se usa recurrentemente el concepto “drogas” en un intento de criminalizar este tipo de fenómeno que se da entre hombres gais, bisexuales y otros hombres que tienen sexo con hombres, mientras que en cuestión de tratamiento mediático de las violaciones la referencia a las drogas decae drásticamente pese a ser usadas de manera no consentida con la intencionalidad de una violencia sexual.

Hemos visto en los abordajes referentes a sexo, drogas y violencia, un intento de blanquear las culpabilidades del agresor y potenciar el morbo, ya sea para estigmatizar a colectivos o para sacar rendimiento político, económico o mediático.

Alegato final 

Los medios de comunicación tienen un papel fundamental a la hora de abordar los problemas que afectan a la sociedad, de vertebrar la misma e incluso de la transformación del lenguaje, en constante cambio. 

En relación a la cohesión social, los medios tienen una gran responsabilidad en prevenir la polarización e informar con rigor y responsabilidad, aunque de ello se derive una pérdida de beneficios. 

Que a través de los medios de comunicación se blanquee el machismo y la LGTBIfobia repercute en el lenguaje que usa la sociedad española y la construcción del relato y el fondo de las violencias que sufrimos las poblaciones más vulnerables. Las víctimas de la violencia machista y LGTBIfobicas necesitamos canales de comunicación que transmitan el relato en primera persona.

 

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