Aviso: esta charla puede herir sensibilidades. Conforme iba avanzando la tarde en mi cabeza se formaba la idea del cartel que tal vez podríamos haber puesto en la puerta…
El pasado café LBT venía cargado de emoción, de dureza y lágrimas, pero también de Empatía, calidez humana y comprensión. Las mujeres que acudieron no se pueden describir de otra forma que no sea Valientes: Valientes con mayúscula, sí, no es fácil explicar qué violencias te han impactado más en la vida, precisamente por eso mismo, porque dejaron marca. Y en esa sala, el 23 de noviembre hablamos de experiencias desgarradoras: de la violencia respecto al estado serológico y el rechazo de una sociedad que todavía no comprende qué es el VIH y se quedó en las noticias del pasado, llegando a amenazar a personas con revelar su estado serológico o dejando de renovar un contrato laboral sin dar motivo; de la violencia de ser mujer trans, de tener que huir de tu lugar de nacimiento porque no hacerlo implica la cárcel o la muerte, y que aún así llegues a un lugar nuevo y la violencia no cese y en muchos casos la única opción laboral sea el trabajo sexual para poder subsistir. Que en los aeropuertos no se reconozca tu nombre, que te peguen palizas y no se considere violencia machista, o que no sepas si alguna vez volverás a ver a tu familia. Que te traten como un objeto de experimentación sexual y los chicos no quieran salir contigo.
Vivir en una comunidad muy religiosa también puede llevar a violencias si resulta que eres lesbiana: ser forzada a abandonar tu país y tu familia porque tu orientación sexual no está vista con buenos ojos y no puedes vivir tranquila y, aunque no quieras, sabes que no puedes ser Libre y tienes que marcharte, y que echarás de menos a tu familia más de lo que pudieras imaginar. O que no puedas vivir tu sexualidad con naturalidad, que no puedas ir a casa de tu pareja, que su familia no sepa que existes, que te veas a escondidas, sin poder salir a la calle de la mano. Que tengas que dejar a tu pareja y volver a casa porque ya no puedes más.
Que en la escuela te machacaran por tu físico, que el silencio de los profesores se hiciese cómplice de los abusadores y que llegues a creer que si desapareces no te echarán de menos y como mínimo no tendrás que sufrir más. O que te hiciesen fotos sin permiso y que las subieran a una red social para reírse de ti y hacer burla.
O que en las redes sociales se nos acose de mil maneras, personas que tras una pantalla y amparadas en el anonimato te mandan fotos de sus penes pero te llaman guarra si cuelgas una foto tuya que no creen adecuada, personas en apps de ligue que te insulten, que te hagan comentarios sin pedirlos.
Las mujeres, en general, como podéis leer, sufrimos violencias en cualquier lugar y en cualquier situación. La violencia se encuentra en las esquinas, esperando su víctima. Si no te toca una, seguro que será otra, por desgracia. Y como la violencia y el machismo se filtran en todos los aspectos de nuestra vida, no es extraño que se filtren también en la comunidad LGTBIQA+. Que allí donde crees que podrías sentirte tú misma, allí donde la protección tiene un espacio, haya hombres que no quieran atenderte por ser mujer trans o se hable en tu nombre genera una controversia interior difícil de explicar. Los privilegios siempre van escalonados y en la comunidad LGTBIQA+ eso no cambia. El colectivo de hombres cis gays ejerce también opresión hacia sus compañeras: se invalidan las luchas del movimiento lésbico, se desacreditan a mujeres LBT+, o no te atienden, o no te valoran, o te pisotean a la que pueden… Y nos parece extraño tener que hablar de esto y tener que recordarles que tienen que hacer un ejercicio de introspección en cuanto a su estatus, porque el hecho de luchar por tus libertades durante tanto tiempo pareciera que te ayuda a comprender a los demás, no a perpetuar roles opresivos. Que hay que dar a las mujeres sus espacios de visibilidad, sus luchas y sus oportunidades, también a las del colectivo LBT+. Que hay que saber echarse a un lado de vez en cuando. Que la G no se coma las otras letras. Y aunque sí que suene raro, nos parece que dar el toque de atención es más que necesario, porque en esa misma sala muchas mujeres habían sufrido violencia por parte del colectivo cis-gay.
Fue, como podéis comprobar, una charla muy intensa, pero volvería a ir.
Porque me hizo ver que todas y cada una somos ejemplos de Resiliencia, somos la Superación personificada. Somos la Rabia pero también la Hermandad, somos la Energía que emerge del enfado, somos resurrección.
Y queremos dejar claro que las mujeres estamos aquí y estamos para quedarnos, que nos pueden hacer mil cosas pero seguiremos al pie del cañón para continuar hablando de lo que nos hacen, y para recordar a las que por lo mismo puede que ya no estén, a todas aquellas que acabaron en manos de las Violencias y no lo pudieron soportar. Y por todas aquellas que vendrán, para que no sufran lo mismo por lo que pasamos nosotras.
Desde el grupo de Mujeres LBT de la ONG Stop Sida seguiremos trabajando para abordar la salud sexual de las mujeres desde un prisma más abierto e inclusivo. Si te interesa participar en nuestro grupo o contactar con nosotras escríbenos a: [email protected]
Os dejamos también enlace a nuestro último post ¿Qué es el placer sexual para ti?
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